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Una noche en Nepantla: Las Cafeteras nos lleva a través de la frontera en Hasta la Muerte

Ver y Escuchar
Ni aquí, ni allí: El colapso del tiempo y el espacio a través de la música y la danza.

"el pasado es el prólogo"

I. Cumbia de Mi Barrio

Durante milenios, civilizaciones indígenas como la olmeca, la téenek, la nahua, la otomí y otras prosperaron en la región que hoy se conoce como Veracruz, un centro agrícola con un importante puerto en el Golfo de México. La zona, incluso antes de la colonización, contaba con un conjunto singularmente diverso de sociedades mesoamericanas ricas en innovaciones lingüísticas, ingenieriles, artísticas y arquitectónicas.

Sin embargo, a principios del siglo XVI, los colonizadores europeos invadirían y reclamarían Veracruz, declarando el puerto la primera ciudad española de lo que sería la Nueva España. Fue en esta tierra donde (entre otros proyectos coloniales) también tendría lugar el comercio transatlántico de esclavos. En 1570, Gaspar Yanga, miembro esclavizado de la familia real gabonesa, lideró una exitosa rebelión contra sus esclavizadores y, una vez liberado, se refugió en las tierras altas de Veracruz. Durante casi 40 años, esta comunidad autoliberada creció y se convirtió en punto de reunión de otros fugitivos de la región, hasta que los militares españoles, hartos de las incursiones de abastecimiento del grupo, atacaron en 1609. La comunidad de Yanga se defendió de sus atacantes y los españoles pusieron fin al conflicto si los rebeldes accedían a cesar las incursiones. Yanga aceptó, y el asentamiento, rebautizado desde entonces en honor a su fundador y libertador, se convirtió en la primera ciudad libre de toda América.

Hoy en día, el estado mexicano de Veracruz, hogar de Yanga, hogar de la ciudad portuaria (ahora llamada Heroica Veracruz en homenaje a su derrota de los invasores franceses casi 200 años después), es un lugar importante de la memoria colectiva mexicana y un nexo de influencias culturales indígenas, africanas, italianas, cubanas y españolas. De este suelo histórico surgiría el rico estilo musical del son jarocho, y la encrucijada sonoro-cultural en la que se situaría creativamente el grupo chicanx Las Cafeteras, con sede en el este de Los Ángeles e infusión afromexicana.

Sentando las bases: Denise Carlos (izquierda) y Héctor Flores (derecha) son dos de los miembros fundadores de Las Cafeteras.

Fundadas hace casi 20 años, Las Cafeteras tomaron su nombre del centro comunitario donde comenzaron sus amistades y donde aprendieron por primera vez a tocar son jarocho: el Eastside Cafe. La banda está formada por siete miembros: Héctor Flores y Denise Carlos (cofundadores, voces principales), John Calanchinipiano), Jonny Jyemo (batería), Jorge Mijangos (requinto principal, leona, voz), Jasmine López (violín, voz) y Moisés Baqueiro (bajo). Durante las dos últimas décadas, el grupo ha existido en la intersección de la cultura, el activismo y el arte, grabando baladas de amor, canciones sobre el orgullo de Los Ángeles e himnos de protesta.

El kit de iniciación al son jarocho: (izquierda) Un retrato de Ritchie Valens, cuyo éxito de 1958 "La Bamba" llevó la canción folclórica a todo el mundo; (centro) la jarana de Héctor Flores; (derecha) zapatos de folclórico/zapateado listos para ensayar.

"la muerte no es el final, es sólo el principio"

II. La Llorona

La banda se prepara actualmente para su actuación multidimensional Hasta La Muerte en The Ford el próximo mes de octubre, con Flores, Carlos y Baqueiro como director creativo, director artístico y director musical de la producción, respectivamente. Esta será la tercera temporada de Las Cafeteras representando el espectáculo centrado en el Día de los Muertos, una festividad cultural mexicana anual, que suele celebrarse a principios de noviembre, en la que se recuerda y honra a los seres queridos fallecidos -ahora antepasados- durante una celebración de varios días al estilo de un festival. "Es una práctica indígena y también universal, porque creo que cada cultura y cada pueblo tiene una forma de recordar a sus seres queridos y a sus antepasados", dice Héctor Flores.

A su llegada al local de ensayo, los bailarines pasarán las tres horas siguientes repasando una selección de canciones para el espectáculo.

Las expresiones modernas de estas celebraciones recurren a la danza, la música, la vestimenta llamativa, los altares ancestrales y otros elementos para dar espacio a los seres queridos que residen en los confines de la extensión que separa la vida de la muerte.

Héctor describió el diseño de la velada: "la primera mitad es la vida, el dolor, la muerte, la pérdida... y en la segunda mitad estamos en el más allá, y en realidad el más allá es una celebración. La muerte no es el final, es sólo el principio. La muerte no es un lugar para lamentarse. En realidad es un lugar de paz y celebración", dice Flores. Durante el Día de los Muertos, las fronteras entre la vida y el más allá se derrumban, lo que permite la comunión entre vivos y muertos en el espacio compartido del festival. Es un puente -un cruce- y el ritual de la música y la danza se convierte en una tecnología para trascender las fronteras del espacio-tiempo. Las Cafeteras reside artísticamente en este lugar "intermedio".

Espacio para la cabeza: Los bailarines se preparan para el primer ensayo de Vivas Nos Queremos.

"en realidad no venimos de un solo lugar"

III. Nepantla

El grupo se inspira en varios lugares, pero la obra de la escritora, poeta y artista Gloria Anzaldúa, ya fallecida, ocupó un lugar preponderante cuando los miembros empezaron a construir no sólo esta temporada de su producción creativa, sino también esta actuación concreta. Atribuyen a las reflexiones de Anzaldúa, recogidas en su aclamado libro The Borderlands/La Frontera: The New Mestiza, el haberles proporcionado un lenguaje para comprender las complejidades de la vida mexicano-americana. El libro se centra, entre otras muchas cosas, en la experiencia mestiza y chicanx de vivir dentro de "fronteras" construidas por sistemas: espaciales, sociopolíticos y espirituales.

"Representas a tus barrios de esa manera, como Boyle Heights y South Central y Southeast L.A. y de todos los sitios de donde eres. ¿Soy suficiente? Eres suficiente. Añade eso a esta historia".
Denise Carlos observa atentamente la coreografía: "Quiero ver la honestidad en sus movimientos".

Denise Carlos ha explorado la tensión de estar situado en dos o más identidades entrelazadas y luchar por estar a la altura de la "representación aprobada" de esas identidades, ya sean culturales, de género, vocacionales o religiosas. Es una experiencia con la que muchos pueden identificarse, y la banda espera que la especificidad de las experiencias vividas por sus miembros resuene universalmente. "En la universidad comprendí que [chicana] no es sólo una identidad social o cultural, sino también una identidad política. También significaba que protegías a tu gente, que defendías a tu comunidad. [Pero no se me dieron herramientas reales para afrontar el trauma de no ser lo bastante buena, y ahí es donde comprendí el punto intermedio de tener que elegir", explica Carlos. "Así que en este álbum y en la canción Nepantla decimos: 'Ya no tengo miedo de ser quien soy. En realidad estoy tomando toda la belleza de todas las partes. Las estoy reivindicando, aunque no me reivindiquen a mí, voy a reivindicarlas y voy a crear algo diferente'".

En varios momentos del ensayo, el grupo hizo una pausa para explorar los sentimientos que motivaban su actuación.
Levantar el velo: Visilibidad y oscuridad van de la mano durante las representaciones.
Encerrados: Todos los bailarines de Hasta la Muerte proceden del folclore.
Angelina (izquierda), Jennifer (centro), Adriana (derecha), todas bailarinas profesionales de folclore, se rodean durante un ensayo de Nepantla.

El álbum al que Carlos hace referencia es Night in Nepantla (Noche en Nepantla), publicado por el grupo en 2024, en alusión a Borderlands (Tierras fronterizas) de Anzaldúa, que teorizó y popularizó la palabra náhuatl "Nepantla", que significa "vivir en medio". Tanto el álbum como Hasta La Muerte representan la adopción por parte del grupo del concepto de "conciencia mestiza" de Anzaldúa. Esencialmente, se trata de un marco que promueve una concepción transformadora de la "mestización", la "hibridez" o la posesión de dos identidades a veces contradictorias a la vez con el fin de aportar algo nuevo (individual, política o espiritualmente). "Entendemos que venimos de lugares diferentes, que somos el opresor y somos el oprimido, que venimos del dolor y venimos del privilegio", explica Flores.

Mantener dos realidades en tensión: El grupo actúa frente al espejo del ensayo.

"el baile es la lucha"

IV. Vivas Nos Queremos

A medida que vamos conociendo más detalles de la representación, queda claro que la danza desempeñará un papel fundamental en el tránsito del público por los distintos estados de la velada. Mientras que el Día de los Muertos deja espacio para la navegación colectiva de la muerte y la pérdida, el ritual de la danza mediará el dolor también en torno a la cuestión de las mujeres indígenas desaparecidas y asesinadas (MMIW) durante la interpretación de la canción original de Las Cafeteras "Vivas Nos Queremos". El uso de velos rojos, tanto en el espectáculo como en el movimiento MMIW, pretende llamar la atención sobre la falta de atención por parte de los medios de comunicación y las fuerzas del orden, especialmente en los casos en que las víctimas desaparecidas son negras y marrones. El momento intencionado en que se incluye esta actuación en el espectáculo también debería traer a la memoria el aumento violento y continuo de las desapariciones racializadas de miembros de la comunidad inmigrante en Los Ángeles, sancionadas por el Estado, que comenzaron este verano.

Dante, que baila para Las Cafeteras desde 2015, lleva la firma roja en homenaje a las mujeres indígenas desaparecidas o asesinadas (MMIW).
Angelina (extrema izquierda y extrema derecha), que lleva 6 años bailando profesionalmente, comparte: "Lo hago por mi familia que está aquí, lo hago por mi familia que no está aquí".
Adriana, bailarina de folclore desde hace 25 años, comparte sobre interpretar el personaje creado para el espectáculo, La Catrina, y bailar en presencia de los antepasados.
Se siente como si estuvieran allí contigo. Y no dudaría de que están ahí porque siento una energía extraña. Y es como si fuera una persona diferente".
Adriana, bailarina de folclore

"Estoy agradecido porque tengo esta vía de creación, tengo gente en mi campamento que me dice: vamos a crear, vamos a escribir, vamos a hacer canciones, vamos a mantener el espacio con nuestros cuerpos marrones y el movimiento: la danza es la lucha", dice Carlos, "la forma en que la gente se transforma en un escenario, me hace llorar... la yuxtaposición de lo que somos, en la vida cotidiana en la calle y luego lo que hacemos en un escenario y cómo honramos estas historias en nuestros cuerpos, en nuestra presencia. Es toda la gente que nos precede la que aparece en este momento".

El espacio, entre ensayo y ensayo.

"vivir en la frontera"

V. El Camino

Para Las Cafeteras, el Día de los Muertos funciona como un espacio tanto de reflexión como de alegría. Representa una liminalidad espiritual, y los ensayos de danza también funcionan como su propio espacio liminal: un vagón de tren, un puente, un purgatorio -atrapado (o suspendido)- entre el mundo del descanso y el de la representación.

A través de esta presentación de Hasta La Muerte, el grupo busca proporcionarnos las herramientas colectivas del lamento, el arte, la danza y la comunidad para sanar en medio de la pérdida y la muerte. En un momento de la ciudad en el que hay tanto que lamentar, Las Cafeteras nos desafían a celebrar la vida y quizás en el acto hacer conexión con el espíritu liberador de los ancestros veracruzanos que iniciaron esta historia de son jarocho. "Las historias del Día de los Muertos pretenden ser un comentario social sobre la muerte de la inocencia, la muerte de la justicia y cómo afrontamos el dolor, la pérdida y el amor", explica Flores. Y háganse una idea del mundo en el que vivimos, de cómo hablamos, gritamos, lloramos y cantamos. No es un espacio físico, es un espacio espiritual. Y cada uno tiene su propio espacio intermedio".

Sobre el autor: Yemi Seyi (él/ella) es un artista de práctica social que trabaja en archivo, retrato, fotografía documental y cine, y reside en Pasadena, California. Antiguo alumno del Black Image Center, el trabajo fotográfico y cinematográfico de Yemi explora la espacialidad, la espiritualidad, la historia de los movimientos sociales y los cuerpos en estado de tránsito. Su práctica de archivo comunitario existe en conjunción con su trabajo en The Center for Restorative Justice.

Este ensayo fotográfico cuenta con el apoyo de la Junta de Supervisores del Condado de Los Ángeles a través del Departamento de Arte y Cultura.